Imagínate la situación, estás de pie, ante una audiencia de varias decenas de personas a punto de iniciar tu intervención. Empiezas a notar la explosión de adrenalina, el corazón late con fuerza, te sudan las manos y tu voz tiembla… Te sientes extremadamente expuesto, vulnerable y evaluado. Rápidamente pasas de la inseguridad al miedo.
Cada vez mas, hablar en público es una necesidad, desde participar en una reunión informal hasta plantear nuestro desacuerdo ante cualquier grupo. Y en el ámbito profesional todavía con mayor motivo necesitamos comunicarnos en público, con frecuencia debemos participar en grupos de trabajo, reuniones y realizar presentaciones o ponencias.
Según un estudio de la Universidad de California, una de cada tres personas (75%) padece de miedo a hablar en público, este miedo, en su forma más extrema, se convierte en “glosofobia” una fobia con mayor incidencia incluso que la aversión a las arañas o el pánico a volar.
Y es que en el “ranking” de miedos, hablar en público ocupa el primer lugar, incluso por encima del miedo a la muerte, que ocupa el cuarto. Estos datos llevaron Jerry Seinfeld (humorista americano) a la conclusión de que en un funeral, la mayoría de los asistentes preferiría estar en el ataúd que pronunciando el discurso fúnebre.
¿Por qué nos cuesta tanto?
Nuestro cerebro esta programado para sobrevivir y, para ello uno de los mecanismos que sigue es detectar peligros. Cuando nos enfrentamos a un grupo de personas que nos observa, nuestro cerebro límbico lo interpreta como un peligro automáticamente, por eso, la reacción física no se hace esperar.
Nacemos con ese mecanismo y es natural sentir ansiedad cuando tenemos que hablar en público, forma parte de nuestro cerebro emocional. Esta ansiedad en niveles razonables puede ayudarnos a estar mejor preparados porque la adrenalina nos aporta una dosis extra de energía y nos hace estar más alerta.
El problema surge cuando este miedo se desata y llega a paralizarnos, cuando deseamos “salir corriendo” o ser invisibles porque, inevitablemente, nuestro auditorio lo detectará y nuestro mensaje pasará a un segundo plano.
¿Qué se esconde tras ese deseo de salir corriendo?
Muchas veces es el miedo a las críticas, a ser evaluados negativamente, al fracaso, a no ser capaces de demostrar nuestras habilidades, a posibles reacciones negativas de nuestra audiencia, a la pérdida de prestigio…
Según algunos autores tenemos miedo porque nos sentimos inseguros cuando buscamos la valoración, el respeto y la aceptación de los demás. Pero ¿Es tan importante para nosotros la opinión de los demás?
¿Qué pasaría si una presentación no nos saliera como esperamos? ¿Ocurriría algo realmente terrible?
Lánzate
Nadie nace siendo un orador genial, del mismo modo que nadie nace sabiendo andar, si cuando empezásemos a dar nuestros primeros pasos nos desanimásemos, nadie sería capaz de conseguirlo.
Una de las claves para enfrentarnos con esta dificultad es empezar a practicar cuanto antes. Dejar de eludir este tipo de situaciones, de ocultarnos y pasar desapercibidos y mostrarnos tal como somos. Es cuestión de ejercitar el músculo de la confianza, en nosotros mismos y en nuestro auditorio.
Créetelo
¿Qué diálogo mantienes contigo mismo? Es muy diferente empezar a hablar teniendo en mente un “yo puedo” que un “me va a salir fatal”.
Si quieres fluir y transmitir autenticidad es fundamentar que creas lo que estás diciendo. Tu voz y tu cuerpo transmiten al menos tanto como el contenido de tu discurso (se dice que la comunicación no verbal ocupa el 93% del mensaje).
En relación con el público ¿qué te ayudará más, considerarlo un enemigo o como un grupo de personas interesadas en lo que tienes que explicar?
Suele ser útil plantear las intervenciones desde el punto de vista del servicio que prestamos a nuestro auditorio. Si pensamos qué vamos a aportar a los demás, cómo podemos contribuir con nuestras palabras, desviaremos nuestra atención de nosotros mismas y aliviará nuestra tensión.
Si mejoramos nuestra autoconfianza es muy posible que poco a poco el miedo a hablar en público se minimice. Un trabajo de autoconocimiento personal nos permitirá comprometernos con nuestro desarrollo y tomar las riendas de nuestra vida conectando con nuestra autenticidad. Cada vez que nos enfrentamos a un nuevo reto, como hablar en público, estamos dándonos la oportunidad de mejorar.
¿En qué te limita el miedo a hablar en público?
¿Cómo mejorará tu vida cuando consigas superarlo?
Isabel Gómez